Brave

Brave, el navegador web basado en Chromium conocido por pagar a los usuarios que ven publicidad, se está posicionando poco a poco como la alternativa más sólida a Firefox entre los derivados de la tecnología impulsada por Google. Sin embargo, también está heredando de la aplicación de Mozilla una mala costumbre que perjudica a los usuarios de GNU/Linux.

Poniéndonos en antecedentes, Brave fue fundado por Brendan Eich, creador de JavaScript y hombre que durante mucho tiempo estuvo vinculado a Mozilla y por ende a Firefox. Cuando llegó al puesto de CEO de la fundación, acabó dimitiendo por desavenencias políticas y tiempo después creó Brave, que con el paso del tiempo se ha ido convirtiendo en lo más parecido a Firefox entre los derivados de Chromium.

Resumiendo mucho, el parecido estético de Brave y Firefox es evidente, sobre todo por los enormes márgenes que hay en los laterales de la barra direcciones, los cuales están inspirados en Safari. Luego tenemos la licencia, porque Brave se publica principalmente bajo MPLv2, con Privacy Badger publicado bajo GPLv3 y HTTPS Everywhere bajo GPLv2, siendo las dos últimas extensiones que vienen preinstaladas. Esto convierte a Brave en uno de los pocos derivados populares de Chromium que se publican como Open Source, porque otros como Vivaldi, Opera y Microsoft Edge son privativos.

Intentando-instalar-Brave-en-Fedora-32-Workstation

Sin embargo, no solo cosas del aspecto estético y la licencia comparten Brave y Firefox, sino también el tratar a los usuarios de GNU/Linux con cierto desdén. En Firefox hay pocas cosas que no se sepan ya, porque en pleno 2020 desde la web de Mozilla lo que se ofrece es un viejo tarball portable, ni siquiera paquetes Deb y RPM, aunque afortunadamente sí hay disponible una versión Flatpak que se instala fácilmente. Por otro lado, son las propias distribuciones las que se encargan de tener la aplicación al día debido a que suele venir preinstalada, y viendo la hemeroteca de MuyLinux, si Firefox evoluciona en GNU/Linux es casi más mérito de Red Hat que de la propia Mozilla, que vive centrada en Windows.

Por su parte, el mal trato que dispensa Brave a los usuarios de GNU/Linux se centra en su medio de instalación, mediante líneas de la consola de comandos. Siento decir que me duele sobremanera ver cosas como esta en 2020, aplicaciones gráficas para el usuario común que deben ser instaladas mediante una interfaz de la que deberían prescindir. Si GNU/Linux quiere triunfar en el escritorio tiene que ser capaz de hacer todas las tareas comunes desde la interfaz gráfica, y obviamente instalar un navegador web es una tarea común. Si bien desde el GitHub oficial del proyecto se pueden encontrar instaladores Deb y RPM, estos arrojan un fallo de dependencias en el proceso de instalación, al menos con Ubuntu Software y GNOME Software.

Intentando-instalar-Brave-en-Ubuntu-20.04

Mientras que los usuarios de Windows y macOS tienen a disposición instaladores que facilitan la vida a los usuarios de todos los perfiles, en GNU/Linux tenemos que tirar de algo que espanta a muchos. ¿Qué cuesta poner a disposición paquetes Deb y RPM que instalen la aplicación sin problemas y configuren el repositorio de manera automática y desatendida? ¿Por qué tengo que tirar de la áspera consola de comandos en lugar de GNOME Software (en Fedora Workstation)?

Lo que le pido a Brave es simple y llanamente lo que ya hacen competidores como Chrome y Vivaldi, siendo de especial interés la situación del segundo, que se ha posicionado como uno de los derivados de Chromium que mejor trata a los usuarios de GNU/Linux, a pesar de ser privativo. Vivaldi no solo ofrece aplicación y configuración del repositorio a través de Deb y RPM, sino que también soporta x86 de 32-bit y ARM, aunque en el caso de la última arquitectura solo hay disponible un paquete Deb.

Brave es un navegador con una propuesta y un modelo interesantes que han cosechado tanto elogios como críticas, y como he dicho, está más que claro que se está posicionando como una suerte de “Firefox basado en Chromium” viendo sus circunstancias, empezando por el hecho de ser uno de los pocos derivados de Chromium publicados como código abierto. Sin embargo, que “herede” de Firefox precisamente un trato cuestionable a los usuarios comunes de GNU/Linux es algo que no es recibo, y más en 2020.

 

Fuente: muylinux

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