Rompiendo una lanza por GNOME

Poco después del lanzamiento de GNOME 3 publicamos en estas páginas una serie de artículos que, desde su mismo titular, no presagiaban nada bueno: sobrevivir a GNOME Shell era la consigna y no gustó ni a los entusiastas del entorno de escritorio ni a alguno de sus desarrolladores. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido con KDE 4.0 y las advertencias de que no se trataba de una versión estable y completa, dirigida al gran público, con GNOME 3.0 se intentó vender lo contrario, un producto terminado y plenamente útil desde el primer momento. Era mentira.

GNOME Shell ha sido una idea curiosa a la par que un despropósito hasta hace poco, y aún adolece de inconsistencias a nivel de diseño que no está claro cómo van a resolver. Sin ir más lejos, ese minimalismo que no es tal, salvo privando de opciones al usuario… aunque parece que algo a empezado cambiar. Es mi opinión, por supuesto, pero está respaldada por hechos, como veréis a continuación.

Para empezar, es obvio que con cada nueva versión el entorno mejora en prestaciones, lo que a su vez demuestra la inmadurez de sus inicios. Porque no es que se tuviera cubierto desde el principio todo lo necesario y ahora se esté innovando; todavía se van incorporando funciones básicas y lo que les queda. Para terminar, Red Hat -esto son palabras mayores, las de la entidad que más invierte en el desarrollo de GNOME- ha pasado olímpicamente de la innovación que se supone representa GNOME Shell para ofrecer una interfaz clásica en RHEL 7 a base de extensiones con las que recuperar la funcionalidad perdida. O sea, el revés más contundente se lo han dado ellos mismos.

Pero yo quería romper un lanza por GNOME y no ponerlo a parir, y es que una cosa es discrepar en cuestiones de diseño y otra negarse a reconocer los avances. Hoy por hoy GNOME Shell en GNOME 3.10-3.12 -a la espera de probar GNOME 3.14- es una alternativa que, dejando aparte las aristas de las que no se libra ningún software y con un poco de ganas y algún que otro complemento, cumple correctamente como escritorio. Es decir, puede que no te guste o no te acostumbres fácilmente al concepto Shell “al desnudo”, al “por defecto” si lo prefieres, pero te digo lo que le diría al que se queja de KDE porque tiene demasiadas opciones: cuesta muy poco personalizarlo y el resultado siempre es más que aceptable; qué mejor que uno mismo para darle unos retoques a su espacio de trabajo, ¿no?

Otra cosa: cuando se decide que Debian se queda con GNOME y me llegan mensajes de diferentes vías pidiendo que le dé caña a GNOME, sin duda se están equivocando de destinatario. A GNOME se le pueden dar muchos palos, como se le podrían dar a KDE -tenedlo por seguro-, pero hacer algo así con el único fin de perjudicar es simplemente mezquino y estúpido por añadidura, pues nada va a cambiar o mejorar de esa forma.

Además, no sería sincero atacando a GNOME en estos momentos, porque precisamente de unas versiones a esta parte han conseguido captar mi atención para bien. A nivel estético, y no hablo de los colorines sino del conjunto, creo que GNOME ha tomado una dirección adecuada e interesante. El problema que le encuentro es que hasta que lleguen a buen puerto, hasta que se materialice el concepto en un producto realmente redondo, les va a costar Tux y ayuda.

Ya lo veis, ayer Eduardo se dedicaba a poner en valor a Kubuntu, una de las mejores distribuciones para disfrutar de KDE a pesar de las muchas críticas que ha recibido, y yo hoy me desato con GNOME. Desde GNOME 3.10 me he reencontrado con el escritorio y no nos llevamos mal, la verdad: lo he usado en Ubuntu, en Debian, en Fedora, en openSUSE y -alguna se me olvida- en los últimos días, en SLE y Antergos. ¿Mi consejo? Si quieres disfrutar de la mejor experiencia GNOME 3.14, te recomiendo openSUSE 13.2… cuando salga.

 

Fuente: muylinux

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