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Para pasar esta época de clausura involuntaria un poco más amena, iré enviando cosas al blog fuera de la temática general para animaros un poco.

La verdad es que siempre he sido como la pólvora: Un peligro por donde pasaba. No es que hiciera o haga las cosas a propósito, sino que se me tuerce todo, aunque a veces es mi propia torpeza la que se llega a situaciones críticas o hilarantes.

Contaré tres historias que me ocurrieron. Una en 1988 al sacarme el carnet de conducir y allá por 1992 en el sur de Tenerife, en la localidad de Los Cristianos un par de casos. Hay mucho más, pero por ahora, un aperitivo.

Siéntate.

El carnet de conducir

Cuando tenía 20 años, a mi madre se le metió en la cabeza que me sacara el carnet de conducir.

Dada mi suerte o simplemente porque al destino le gusta jugar conmigo no me gustaba la idea pero cuando a mi madre se le metía algo en la cabeza..

Me apunté a la autoescuela y la verdad es que lo que es el teórico se me dio bastante bien. En un mes aproximadamente fui a examen y lo aprobé de primera.

Ahora bien, con el práctico.. eso era otra cosa. Se me olvidaba cambiar la velocidad, no miraba por los retrovisores, me ponía atacado.. Creo que di unas 30 clases de prácticas hasta que el profesor decidió que me presentara a examen. Conocí varias generaciones

Tuve dos oportunidades de examen, no se si empezar por la primera o la segunda. Da igual, fueron de escándalo las dos.

En la primera y en aquellos tiempos, ahora no lo se, el examinador se sentaba detrás, tú al volante y al lado tuya el profesor de la autoescuela. Arranqué el coche, salí por una calle en la cual al lado había un parque y me dijo el examinador que cogiera la próxima avenida a la derecha. Tiré por donde me dijo y habían coches en cola. Me pongo detrás y a esperar.. a esperar y los coches no arrancaban. El profesor se me quedó mirando y yo venga esperar.. hasta que me dice el examinador:

-¿A qué está esperando?

_Hasta que se ponga el semáforo en verde y empiecen a andar los de delante -respondí.

-Por favor, bájese aquí -me dijo el examinador.

Me había puesto detrás de una fila de coches que estaban estacionados.

La segunda oportunidad fue quizás más delirante y no fui yo quien lo pasó peor. Primero se examinó una chica de mi pueblo que pasó tan cerca de unos contenedores de basura que los tiró y se puso a discutir con el examinador que eso no era motivo para catearla. El profesor se ponía la mano en la frente, abochornado y todavía me tocaba a mi.

Me paso adelante y me dijo el examinador que cogiera una avenida que daba a una autovía, la de Cádiz. De momento iba genial y el profesor de la autoescuela iba sonriente a mi derecha. Entré en la autovía a unos 20 kms. por hora y se me empieza a acelerar sólo. Para comprobar si es así suelto el acelerador y el coche volaba. Miro al profesor de la autoescuela y le pregunto:

-¿Usted está pisando el acelerador? Porque yo lo he soltado y esto sigue corriendo.

Mi profesor se quería morir, se puso rojo, entre enojo y vergüenza, salió fuera y empezó a discutir con el examinador.

Los carros

Venía de un mundo bastante atrasado, mi pueblo, y habían cosas que no conocía porque por ejemplo, nunca estuve en grandes supermercados sino las típicas tiendas pueblerinas y encima mi pueblo de Sevilla, es muy plano. Ya sabréis por qué lo digo.

Frente al edificio Royal en Los Cristianos, Tenerife, donde vivíamos mis primos, la mujer de Sebas y yo había y hay un centro comercial donde te encontrabas carnicerías, despachos de abogados, agencia de viajes, restaurantes, bares y hasta una iglesia protestante británica.

Pero debajo de todo había un supermercado para gente turista, me explico: En las zonas turísticas muchos empresarios se ponen las botas con los extranjeros dado que su cartera no es como la de los españoles y los supermercados suelen tener unos precios desorbitados. Hablamos por poner un ejemplo, que una botella de agua mineral de litro y medio podía costar en los años 90 unas 175 pesetas o más teniendo en cuenta que un euro viene a ser unas 163 pesetas y encima agua bastante mediocre, o un sandwich de jamón y queso 400 pesetas.

Pero yo tenía curiosidad por entrar y ver productos extranjeros porque era otra novedad para mi.

El centro comercial estaba en una pendiente, no era un sitio llano y quise entrar. En la entrada del supermercado había un cartel en español e inglés invitando a coger un carrito antes de entrar. Yo no tenía pensamiento de comprar muchas cosas pero todo lo hacía por descubrir algo nuevo. El caso es que a menudo no pienso bien las cosas y a la izquierda del supermercado estaba la hilera de carritos, me acerqué a la cabeza de la fila y el primer carro tenía una ranura para monedas de 50 y 100 pesetas y una cadena para extraer el carro. Metí la moneda en un carro de la mitad de la fila y cuando iba a sacar la cadena el peso de todos los demás carros enganchados me impidió agarrarlos y salieron todos cuesta abajo, por la avenida, los jardines.. las chicas empleadas salieron con las

manos en la cabeza y me dije: Pies, ¿para qué os quiero? Ni supermercado ni nada, salí a correr y me quité de enmedio. Subí por las escaleras del centro comercial y desde arriba podía ver hasta un carro en medio de la carretera que iban sorteando los coches.

Disco “La Roca”

Abrieron en Los Cristianos, Tenerife, cerca de la playa en un lugar conocido como “Playa de los Hippies”, una discoteca al aire libre. Recordaré el nombre, se llamaba la “Roca”.

Eran dos plantas e inmensa de grande. Poco tiempo después la cerraron porque la construcción era ilegal.

Yo estaba recién llegado a la isla y un sábado noche me apetecía salir. Más detalle, fue el primer sábado que pasé en Los Cristianos.

Por la noche entré, era una discoteca espectacular, con varias pistas de baile y algunas barras de bar siempre llenas de gente bebiendo. El sonido de la música, bestialmente alto.

Empecé a beber cerveza y cuando me calenté me acercaba a las chicas a charlar pero el perfume que llevaba no les agradaría porque huían.

Da igual, seguí bebiendo hasta que dos chicas, una de allí del pueblo y otra de Madrid, se me sentaron al lado y empezamos a conversar. Conversar y beber.

Me entraron ganas de mear. Inmensas ganas de mear y no quería dejar la conversación. Hablábamos de la similitud del habla y personalidad del canario y el andaluz.

Llegó un momento que no podía aguantar más, me disculpé y fui a los servicios. Eran como las 2:00 de la madrugada y había cola para entrar en los urinarios. Ya no aguantaba, me fijé en unos matorrales y arbustos decorados con luces que estaban algo escondidos. Allí me fui porque no podía contenerme. Por entre medio de dos arbustos empecé a orinar, pero a los dos segundos escucho:

-¡¡Me cago en Dios!!

Me quedo mirando y abajo había una plataforma con gente sentada tomando copas. Me estaba meando encima de una pareja. Veo que el chico le dio un porrazo al taburete y salió corriendo para la planta de arriba. Doy una carrera y me puse de nuevo en la cola de la gente que esperaba entrar en los urinarios. Desde allí lo vi pasar como un león rugiente, se puso la manos en la cintura a mirar para todos lados.

De la que me libré..

Estas historias son sacadas de un libro con mis vivencias extrañas, surrealistas, que nunca terminé.

 

Fuente: maslinux

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