Una Comunidad detrás de Huayra

Esta búsqueda por transformar los recursos en medios de producción es una de las banderas que levanta la Comunidad Huayra. Dice Wikipedia -en una definición que está abierta a la participación de todos y tiene detrás una comunidad que la discute, la modifica y la enriquece- que un software es libre cuando una vez obtenido ‘puede ser usado, copiado, estudiado, modificado, y redistribuido libremente de varias formas‘.

Algo muy parecido pasa con Huayra Linux, el sistema operativo libre desarrollado en el marco del programa Conectar Igualdad. Huyara fue presentado en septiembre de 2013. El coordinador General del proyecto, Javier Castrillo, dijo en aquel momento que el flamante sistema era ‘libre, soberano, nuestro, lindo, estable, útil, hecho entre todos‘, un ‘todos‘ que incluye a un colectivo de voluntarios que en febrero lanzó la Comunidad Huayra, dispuestos a fortalecer el proyecto, “multiplicarlo, complementarlo, extenderlo y contribuir cuantitativa y cualitativamente al avance general del software libre, en todos los ámbitos educativos y sociales‘.

La llegada de un sistema operativo libre desarrollado en Argentina teniendo en cuenta las necesidades de educadores y alumnos empezó a ser una realidad un año antes de su presentación, cuando los responsables anunciaron que el proyecto ya estaba ‘bastante avanzado‘ y se debatían entre llamarlo Huayra o Punku. Dos meses después, la liberación de las primeras versiones ‘alfa‘ de Huayra fueron el enlace que empezó a conectar a docentes, alumnos y entusiastas del software libre que, desparramados a lo largo y ancho del país, querían participar de esta experiencia. Así, fueron naciendo foros y espacios -como el Campus Virtual, la Galería de Arte Gráfico, el Bugtracker, el Torrent Directo, el Espacio de Archivos o el Repositorio de Paquetes DEB- que en febrero se concentraron en un portal colaborativo.

Ya son cerca de cuatro millones las computadoras repartidas por el Programa Conectar Igualdad entre alumnos y docentes. Muchas de ellas vienen con “doble booteo”, es decir que traen instalados Windows y Huayra (que puede instalarse en cualquier computadora) y es el usuario el que elige qué sistema utilizar. El eje del trabajo de la Comunidad pasa por lograr que esa elección se incline cada vez más por el lado del software libre, “por convicción y no por imposición”.

Luis Herrera, estudiante de Informática y referente de la Comunidad Huayra, define ese espacio como ‘un lugar abierto, heterogéneo, dinámico y multidisciplinario, que busca contener tanto a nuevos como a experimentados usuarios de software libre que se identifican con el sistema operativo Huayra GNU/Linux, bajo la simple convicción de que si logramos crecer como idea colectiva, por transición, todos crecemos y nos beneficiamos en igual o mayor proporción, pero con saldo positivo, tanto en lo individual como en lo colectivo‘. La idea de lo colectivo está omnipresente en el software libre. A diferencia del software privativo, donde detrás de un sistema operativo hay una empresa cuyo objetivo es fabricar un producto y venderlo a un consumidor -Microsoft detrás de Windows, por ejemplo-, los sistemas operativos libres suelen tener detrás una comunidad que, por los más diversos motivos, se avoca a contribuir en su desarrollo, muchas veces de forma voluntaria.

Tal vez el fin más loable de Huayra sea el de querer poner a los usuarios (estudiantes secundarios, en principio) en el lugar de productores de conocimiento y no en el de meros consumidores de software. Promover el uso de las computadoras para algo más que para entrar en Facebook, jugar videojuegos o ver películas. Y esta búsqueda por transformar los recursos en medios de producción es una de las banderas que levanta la Comunidad Huayra.

Por supuesto, sus miembros llevan adelante tareas técnicas. ‘Son los primeros en probar lo que lanzamos. Son uno de los grupos con los que más contacto tenemos en todo el país. Aportan mucho: revisan el código, detectan errores, aportan sugerencias. Incluso tienen su propio repositorio‘, asegura Castrillo, y resalta el espíritu participativo, donde ‘lo que prima son las ganas de compartir conocimiento‘.

Pero la Comunidad no se limita sólo a un grupo de programadores que revisan el código del sistema: muchos de sus miembros encuentran en el software libre y en Huayra una causa, “una manera de empoderar a la sociedad y fortalecer las bases de una educación devaluada y pensada al servicio de las leyes del mercado”, como resume Herrera.

Por eso, para formar parte de ella no hay que ser un experto en informática. Los miembros son alrededor de 1000 y sus promotores invitan a participar a todos: a los entusiastas, técnicos, docentes, informáticos, a los que vienen de lo social y de lo artístico, y entre lo que se puede hacer hay tareas de los más variado: producción, creación, documentación, adaptación, ajuste, extensión, uso y/o difusión.

‘Nuestra convocatoria es popular y sin condición alguna. Al contrario, consideramos necesario que se pueda aportar, enriquecer y construir de forma colaborativa, desde una diversidad de enfoques, conocimientos, formaciones, experiencias y contextos. La visión es que todos podemos participar de alguna manera‘, invitan estos entusiastas voluntarios en su búsqueda por lograr que Huayra llegue a todos los ámbitos posibles. Y lo hacen ‘por el simple hecho de encontrar en el software libre una expresión filosófica, política, social y técnica capaz de romper viejos y nuevos paradigmas instalados desde una cosmovisión meramente individualista y mercantil, que buscan enlatar el conocimiento como mercancía, entorpeciendo y retrasando la evolución natural del conocimiento libre, abierto a la comunidad, comprometiendo la soberanía tecnológica de muchas naciones”.

 

Fuente: noticiasnet.com.ar | somoslibres

¿Quién está en línea?

Hay 32395 invitados y ningún miembro en línea