Cómo proteger tu privacidad en Internet

El escándalo del Programa PRISM de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), desatado por las revelaciones de Edward Snowden, pusieron a la orden del día la problemática de la privacidad en Internet (aunque no exclusivamente dentro de ella, también en otros ámbitos como el de los mensajes de textos, etc.).

Conceptos para la reflexión

Mientras en algunos lugares del mundo, el control sobre Internet tiene lugar meramente por la intervención estatal -principalmente en los países con un sesgo dictatorial importante- en otros esa intervención sigue existiendo pero de un modo mucho más complejo. En los países capitalistas, especialmente en los del “centro”, la intervención estatal está íntimamente relacionada al crecimiento astronómico de los monopolios tecnológicos, cuya base fundamental es la web. Estoy pensando claramente en Estados Unidos, donde Facebook, Google, Microsoft o Twitter acumulan cada vez más información de los usuarios y esa es, a su vez, la información que utiliza el gobierno en aras de la -tantas veces esgrimida para hacer desastres- “seguridad nacional”. No entender este vínculo entre estado y mercado es vivir en la ignorancia más absoluta y no comprender el problema en toda su complejidad.

Si bien Internet es una red, y por lo tanto está basada en una estructura no-jerárquica, cada vez más estamos viendo su centralización en pocas manos. En otras palabras, cada vez más unas pocas empresas manejan toda la información de la web. Sorprendentemente, esto lo han hecho muchas veces con el consentimiento de los usuarios que por comodidad o en aras de “pertenecer” han entregado sus datos o, directamente, lo han hecho sin estar al tanto de ello. Es decir que la centralización de la web es responsabilidad, en gran medida, de una iniciativa privada. Son las empresas las que hacen negocios con esa información, ofreciendo en apariencia un montón de beneficios en forma gratuita y convirtiéndonos a nosotros, los usuarios, en el producto a la venta. En los países en los que esto no sucede, la iniciativa privada es reemplazada por la estatal (China, Egipto, Cuba, etc.). Por eso digo que estos dos esquemas no son comparables ni tampoco es correcto condenar un tipo de intervención e ignorar la otra: “Egipto es malo, Google es bueno” (o al revés).

Por otro lado, me parece muy importante recodar que los Estados no son “bolas de boliche”, uniformes, homogéneos y cerrados. Muy por el contrario, es allí donde se expresan múltiples demandas sociales, incluso contradictorias entre sí. Esto quiere decir que los Estados no son meras “marionetas” de las empresas sino que pueden muchas veces significar un límite a sus intereses. Esto se ve en todos los ámbitos. Solamente si pensamos al Estado de esta manera se abre la posibilidad de luchar por leyes que protejan en mayor medida a los usuarios.

Uno de los factores que más complica la regulación de Internet es que el alcance territorial de la soberanía de los Estados pone un límite a su campo de acción, no siendo equivalente al alcance de Internet ni el de las empresas (que no por ello dejan de tener una base territorial, pero sí un alcance que supera ampliamente los límites territoriales).

Además, hay que recordar que los diferentes Estados no tienen el mismo poder ni la misma responsabilidad dentro del esquema global. Del mismo modo que sucede en otros ámbitos, no es lo mismo el Estado norteamericano que el Estado brasileño, por poner un ejemplo. Los conceptos de “centro” y “periferia” pueden ayudar a comprender lo que estoy diciendo.

Por último, me parece interesante debatir y reflexionar sobre lo siguiente: viniendo de un escenario de original “falta de regulación” de Internet y teniendo en cuenta que cada vez vamos hacia una centralización más grosera de la información, me pregunto: ¿hay que abogar por volver a la “no regulación” de Internet -algo así como el Estado de Naturaleza rousseauniano- o hay que abogar por una “regulación” que privilegie a los usuarios (algo así como la regulación que protege los derechos ciudadanos y democráticos)? Honestamente, yo no sé hasta qué punto abogar por volver a un sistema “anárquico” sin ningún tipo de regulación puede convertirse en una utopía o, peor, puede servir para hacerle el juego a los grandes monopolios. Tal vez por eso podamos ver a Google defendiendo la “no regulación” (estatal) de Internet. WTF! No hay que olvidar esta gran verdad que algunos países, como el mío, han aprendido a fuerza de hambre y pobreza: la falta de regulación por parte del Estado es también un tipo de política estatal, se llama neoliberalismo.

Supongamos, entonces, que la respuesta sea tratar de discutir la regulación de Internet. En ese caso, no hay escapatoria: ésta NECESARIAMENTE debe ser de carácter internacional por la propia naturaleza de Internet, y esa “regulación internacional” sólo la pueden acordar los Estados (lo cual sería posible puesto que los Estados no son “bolas de boliche”). Un ejemplo podría ser la iniciativa de la Unión Europea para regular a Google en el viejo continente o las leyes de “neutralidad en la red“, como la sancionada por Chile.

Esto no significa que todo tipo de intervención estatal sobre Internet (u otros temas) sea necesariamente “buena” o “benigna”, pero tampoco que sea indefectiblemente “mala” o “indeseable”. Así como podemos encontrar iniciativas elogiables, también están el ACTA y tantos otros esfuerzos de las multinacionales por imponer su visión de cómo debería ser Internet. Esta contradicción es posible porque, como ya dijimos, no es posible pensar al Estado como una cosa o herramienta en manos de alguien, sino como un proceso contradictorio, con fisuras. Nuestro esfuerzo debería estar orientado, según mi opinión, en forzar esta contradicción; esfuerzo que no es para nada sencillo, sobre todo cuando del otro lado hay grandes monopolios, cuyas ganancias superan con creces el PBI de varios países juntos y que muchas veces cuentan incluso con el apoyo de los Estados en los que se encuentran.

La pregunta difícil que nos queda en el tintero es: si la regulación es necesaria (para limitar el poder de los monopolios o de los gobiernos de turno, por ejemplo) y la única manera de lograr esa regulación es a través de las leyes, la cooperación y los acuerdos internacionales, qué tipo de intervención deberían defender nuestros países (estoy hablando, por ejemplo, de América Latina o, en términos más amplios, “la periferia”)? Y, en forma paralela, habrá que tener en claro la respuesta a lo siguiente: ¿qué tipo de regulación querrán aplicar los gobiernos de los países en cuyos territorios se almacena gran parte de la información de Internet y donde residen las mayores empresas tecnológicas? O ¿qué tipo de regulación buscarán aquellos gobiernos de sesgo dictatorial? Y remato: ¿cuál es el mejor ámbito para dar ese debate: el bilateral, el regional, el global?

El tipo de “regulación” del que hablo no es otro que el de tratar de asegurar un Internet al alcance de todos, sin restricciones. No se trata de construir una “policía global”, lo cual además sería imposible y ridículo. Es decir, para mi, el objetivo no es una regulación negativa, policíaca, sino una regulación positiva, en pos de defender y asegurar los derechos ciudadanos y democráticos, en este caso como usuarios de Internet. Yo no creo que ello pueda ser posible -y cada vez lo va a ser menos- sin ningún tipo de intervención y cooperación estatal: a modo de ejemplo, ¿cómo puede un ciudadano brasileño defender su privacidad si sus datos están almacenados en otro país? En democracia, la única manera de defender tus derechos tanto frente a los intereses de los monopolios como los del gobierno de turno es a través de las leyes (aquellos que no tienen la suerte de vivir en un sistema democrático, va de suyo que la tienen más difícil), pero éstas tienen el mismo límite territorial que la soberanía de los Estados, razón por la que resulta indispensable la cooperación internacional.

Reconozco que mi posición no es fácil, puesto que en la superficie parece más cómodo defender la “no regulación” y el regreso al Estado de Naturaleza rousseauniano en el que todos corremos por el bosque agarrados de la mano. El chiste está en que la “regulación” tan temida ya existe y no sólo es ejecutada por los poderes de los Estados (generalmente, los del “centro” y que la “periferia” debe aceptar en forma sumisa), sino también a través de empresas privadas. El rastreo y la comercialización de nuestra información es la mejor prueba de ello: nos hemos convertido en el producto a la venta. En fin… queda abierto el debate. Ya tiré la primera piedra…

Alternativas para cuidar tu privacidad (un poco)

En definitiva, el escándalo de PRISM ha ayudado a poner estas cuestiones sobre el tapete y ha hecho que mucha gente haya decidido hacer una suerte de “consumo responsable” en Internet. El otro día asistí a una conferencia de Werner Koch, el responsable de GnuPG, quien afirmó que “es probable que ninguno de nosotros pueda resistir un ataque dirigido, pero mientras nos mantengamos dentro de la ‘masa de gente’ hay varias cosas que podemos hacer para evitar el rastreo”. Posiblemente tenga razón. Una protección completa es imposible, pero existen varias cosas que podemos hacer “hoy y ahora” para reducir el rastreo realizado tanto por los grandes monopolios como por algunos gobiernos.

A continuación, algunos de los reemplazos “seguros” a los sistemas operativos, aplicaciones e incluso servicios online que mencionó Koch en su conferencia y que pueden encontrarse ‘in extenso’ en la página web https://prism-break.org/#es.

prism-break

 

Fuente: desdelinux

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