Y no hablamos de una consola de videojuegos, sino de la terminal, la línea de comandos, que con Bash como punta de lanza hace de GNU/Linux un mar de posibilidades. ¿Por qué recelar de una herramienta que además de útil es más eficiente en según qué casos? No tiene sentido.
Preparando los tutoriales que hemos publicado en las últimas fechas en la zona Mountain había un único objetivo en mente: ir al grano de la forma más sencilla posible. Porque son tutoriales dirigidos a usuarios primerizos que no tienen por qué querer perder su tiempo en aprender detalles técnicos que no les interesan, sino hacer las cosas rápido y bien. Es respetable.
A medida que avanzamos, sin embargo, prescindir de la consola se va haciendo más difícil… que no imposible. ¿Añadir un repositorio adicional? Se puede hacer a través de una interfaz gráfica. ¿Cambiar los permisos a un directorio? Lo mismo. Pero, de nuevo, no tiene sentido cuando te puedes ahorrar unos cuantos pasos ejecutando un comando básico en la terminal.
Así que ahí va un aviso a navegantes: en GNU/Linux la consola mola, y no es solo un pareado fácil. De hecho, si de facilitarle la vida al recién llegado se trata, las herramientas gráficas no son incompatibles con unas líneas de texto, a no ser que simplifiquen la tarea (y suele suceder al revés, por eso esta entrada).
Eso sí, no seas inconsciente y al igual que no instalas -no deberías- paquetes de fuentes dudosas, no lances el primer comando que veas si no sabes qué hace -no te pierdas este artículo- y sin investigar un poco la credibilidad de la fuente.
Por lo demás, recordar ese refrán popular que dice “donde fueres, haz lo que vieres”, y no solo por su significado original de respeto: es inteligente actuar de esa manera.
Fuente: muylinux